¿Resulta conveniente aplicar un impuesto a la “comida chatarra”?
En
los últimos días hemos sido testigos de una polémica surgida en torno a
la propuesta de la organización ForoSalud para aplicar un impuesto a la
denominada “comida chatarra”, ello con la finalidad de desincentivar el
consumo de alimentos que pueden ocasionar serios problemas de salud,
los que finalmente determinan que el Estado gaste grandes sumas de
dinero en solventar servicios médicos y hospitalarios para personas que
adolecen de enfermedades cardíacas, diabetes, obesidad, entre las
dolencias más recurrentes.
A
favor de esta posición se ha sumado el Ministro de Salud, pero de
manera más activa el Viceministro de Salud de dicha cartera, quien ha
salido a la opinión pública a manifestar su más decidido apoyo a la
propuesta de aplicar un impuesto a la comida chatarra, la misma que ha
sido definida como aquella que tiene un alto contenido de grasas, azúcares y sal, y que contiene un bajo contenido nutritivo, basado
fundamentalmente en la alta incidencia entre las personas que consumen
regularmente estos alimentos, de enfermedades cardíacas, diabetes y
obesidad.
Se
ha pretendido sustentar la propuesta de imponer un tributo a la comida
chatarra, a través de experiencias similares llevadas a cabo en otras
latitudes, como es el caso de Dinamarca que tiene un impuesto aplicable a
las mantequillas y aceites; o el caso de Hungría, país en el cual
frente a un aumento del índice de obesidad, se optó por incrementar el
precio de las hamburguesas y otros alimentos de altos contenidos de sal y
grasas saturadas.
En
la otra acera de esta debate se han situado personajes como el
reconocido chef Gastón Acurio, para quien la propuesta de aplicar un
impuesto a la denominada comida chatarra sería un despropósito, ya que no hay una forma objetiva y transparente de diferenciar los alimentos chatarras de los que no lo son,
tal como ha señalado en su cuenta de Twitter en los siguientes
términos: “No me gusta la (comida) chatarra pero quién soy para decir
que lo que no me gusta merece un impuesto. No me parece, pero respeto la
opción… Ese impuesto a lo chatarra es una locura. ¿El pollo frito del mercado no es (comida chatarra), pero el pollo frito de cadena sí? ¿Quién determina eso?”.
Coincidiendo
con el parecer del destacado cocinero, pero ya desde una perspectiva de
Política Tributaria, el ex Jefe de la SUNAT, Dr. Sandro Fuentes
considera que no tiene sentido gravar con un impuesto a la comida
chatarra, resultando una pésima medida hacer Políticas de Salud Pública
en base a la Política Tributaria, insistiendo en que resulta más
efectivo disuadir al público consumidor de adquirir estos productos a
través de campañas de difusión.
Nosotros
consideramos que el tema en debate debe ser analizado desde una
perspectiva eminentemente técnica, ya que el peso de las opiniones ha
estado girando en torno a la determinación de lo que sería considerado
como comida chatarra (1), así como de la conveniencia de
mejorar los hábitos alimenticios de nuestra población, pero no nos hemos
detenido a analizar cuál debe ser el rol que incumbe al Sistema
Tributario (2) en este tema.
En
efecto, la doctrina ha insistido en que todo Sistema Tributario que se
precie de ser racional, debe propender a la obtención de la Seguridad
Jurídica, mecanismo este último que se yergue como elemento esencial de
la promoción de las inversiones y de la iniciativa privada en nuestro
país, lo que finalmente genera riqueza y mayores ingresos tributarios
para el Perú; sin embargo, el hecho de crear tributos no con fines
recaudatarios sino con fines extrafiscales (cambiar los hábitos de
consumo), además de hacer más caótico nuestro ya enrevesado Sistema
Tributario, generará
más de un problema de aplicación práctica la determinación de “lo
gravado”, hecho que terminará condenando al fracaso a esta propuesta.
Finalmente
desde esta tribuna, consideramos que la medida más adecuada para
modificar y/o morigerar los hábitos de consumo de nuestra población, es
la de implementar campañas para difundir las ventajas de consumir una
alimentación sana y balanceada, ya que en último término es al
particular –y no al Estado–, a quien corresponde tomar la decisión de
consumo dentro de una economía social de mercado.
––––––––––
(1) Y
esto adopta una perspectiva muy delicada, si tenemos en cuenta que
varios de los platillos más representativos de nuestra muy querida
comida peruana, podrían entrar en la categoría de la comida chatarra.
(2) La doctrina es unánime en definirlo como el conjunto de tributos vigentes en un país en un momento histórico determinado.
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